A día de hoy estamos rodeados de tecnología por todas partes, a veces, contamos con tanta, que ni siquiera nos damos cuenta. Desde hace unos años, el mundo ha avanzado tecnológicamente a pasos agigantados, y lo que antes parecía una utopía, hoy se ha convertido en una realidad.
Para hablar de la juventud de mis padres, debemos echar un poco la vista atrás y situarnos en la década de los 70 aproximadamente. Algo que me cuentan y a mí me parece sorprendente es la forma en la que ellos escuchaban música y la forma en la que lo hago yo ahora. Como bien dicen, antes utilizaban el tocadiscos, siempre que tuvieran suerte y pudiese contar con uno de ellos en casa. Esto hacía que sólo pudiesen escuchar aquellos vinilos que comprasen, en un lugar determinado, (salón, habitación, sala de estar ...), y no lo pudiesen llevar consigo a todas partes.
En cambio, si me paro a pensar, en mi generación la música nos acompaña siempre y cuando queramos. Solo hay que ver todos los aparatos electrónicos que nos permiten disfrutar de ella, desde los antiguos walkman, mp3, mp4, móviles, tabletas, ordenadores .. y sobre todo internet. Muchísimas aplicaciones que encontramos en internet nos permiten tener la música a nuestro alcance de forma gratuita con un solo clic (youtube, spotify ...).
Pero no sólo se trata de escuchar música, sino de crearla. En la década de los setenta sólo se escuchaba aquello que un cantante generaba con su propia voz. A día de hoy muchísimos programas informáticos nos permiten hacer música, bases de canciones, etc sin necesidad de una voz. Asombroso pero real.
Otra de las cosas que me llaman mucho la atención es la forma que tenían ellos de comunicarse con los familiares o amigos que vivían en otras ciudades, y la que ahora tenemos nosotros. Mis padres escribían cartas a todas aquellas personas que vivían lejos y con las que querían comunicarse. Dichas cartas tardaban un tiempo en llegar a su destino, y la contestación tardaba también unos cuantos días en llegar a mis padres. De esta manera las conversaciones no eran continuas, contaban en un pequeño folio de papel las anécdotas que les habían ocurrido durante semanas o incluso meses y esperaban ansiosos durante bastante tiempo a que sus conocidos les contasen las suyas.
En cambio, a día de hoy, a pesar de que podemos seguir utilizando las cartas y tenemos la suerte de que llegan mucho más rápido a su destino, la mayoría de nosotros optamos por comunicarnos por internet. Utilizando diferentes aplicaciones podemos contactar con personas de otras ciudades o países en tan solo unos segundos y de manera ilimitada. Podemos conocer qué ocurre en cualquier parte del mundo incluso en el momento en el que está ocurriendo.
Aplicaciones como whatsapp, skype, line, facebook, etc nos permiten no solo comunicarnos de forma escrita constantemente sino también hacer llamadas y vídeollamadas instantáneas. Es increíble pensar cuánto hemos avanzado y lo fácil que lo tenemos ahora para sentir cerca a aquellos que está lejos.
Sin duda alguna echar la vista atrás y situarnos en el pasado nos permite darnos cuenta de lo mucho que hemos avanzado, de cuánto han cambiado las cosas, de lo necesaria que es la tecnología en muchas ocasiones y de lo mucho que nos facilita la vida.
Además de esto es importante hacer referencia también a todas las aplicaciones que tienen las nuevas tecnologías en la educación. Lo mucho que facilitan poner en contacto directo a los niños con la realidad, lo lúdicas que puede hacer las clases y lo mucho que prepara a los niños para el mundo virtual y tecnológico que se seguirán encontrando a medida que crecen. Permite, entre otras cosas, que aprendan descubriendo, que investiguen en la red acerca de todo lo que se propone en el aula, y que sean autónomos en cierta medida a la hora de conocer.
Sin duda alguna la tecnología exige tener unas competencias determinadas para conocer su uso, para escapar de los peligros que puede presentar y sobre todo, para que como futuros docentes seamos quien de enseñar al alumnado cómo hacer uso de ellas y sacarle el mayor provecho posible.
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